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lunes, 24 de febrero de 2014

Edificar la obra interior MOUNIER

Edificar la obra interior

Para que la obra exterior llegue a buen puerto, antes debe haberse cultivado la interioridad, es decir, la virtud, como condición de desarrollo de una civilización justa, armónica y en pos del bien común. Los griegos, que sembraron la virtud antes que la técnica, alcanzaron la cumbre de su desarrollo en base a la prudencia y la contemplación antes que al mero hacer. Para lograr una coherencia entre declamación y acción, debe trabajarse en una “presencia”, es decir, en una integridad en donde confluyan amistosamente el ser y el hacer, ya que nadie actúa diferente a cómo es, pero, al mismo tiempo, sólo haciendo puede decirse que alguien es. 

Por tanto, el grado de adecuación de nuestros valores con nuestra vida establece el rumbo de una revolución que cosechará exclusivamente lo que ha sembrado. El árbol de la división, el odio y la desunión, puede tener resultados tan catastróficos en una sociedad, como los que, de manera proporcionalmente inversa, pueden lograr el amor, la generosidad y la reconciliación, en vistas a gestar una comunidad que ampare a todos y se enriquezca en la diversidad de cada uno de los sujetos que la componen.


Instituto Emmanuel Mounier Buenos Aires




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