Mi verdadera estirpe es la voz, que aun escucho, de mi padre, conmemorando musica de Swinburne, y los grandes volumenes que he hojeado, hojeado y no leido, y que me bastan.
Soy lo que me contaron los filosofos. El azar o el destino, esos dos nombres de una secreta cosa que ignoramos, me prodigaron patrias: Buenos Aires, Nara, donde pase una sola noche, Ginebra, las dos Cordobas, Islandia ...
Soy el concavo sueno solitario en que me pierdo o trato de perderme, la servidumbre de los dos crepusculos, las antiguas mananas, la primera vez que vi el mar o una ignorante luna, sin su Virgiho y sin su Gauleo.
Soy cada instante de mi largo tiempo, cada noche de in- somnio escrupuloso, cada separacion y cada vispera. Soy la erronea memoria de un grabado que hay en la habitacion y que mis ojos, hoy apagados vieron claramente: El Jinete, la Muerte y el Demonio.
Soy aquel otro que miro el desierto y que en su eternidad sigue mirandolo. Soy un espejo, un eco. El epitafio.
JORGE LUIS BORGES
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