La libertad no un hecho al nacer. Es una posibilidad. Somos seres hechos para la libertad, potencialmente llamados a vivir libremente, pero llevamos incrustada una tendencia, en la propia naturaleza, que nos hace construir jaulas y encerrarnos en ellas.
La persona es el ser que quiere y duele. Quiere ser libre, pero le duele salir de la jaula. Le duele la vida servil, porque se siente llamada a una vida de más dignidad; pero teme los horizontes abiertos, porque en éstos todo es posible.
Llegar a ser libre es un aprendizaje largo y doloroso, un ejercicio esforzado que exige audacia. Sólo quien es capaz de identificar sus servidumbres y comprender el asedio que sufre, está en camino hacia la libertad.
La libertad no es un estado. Es una lucha. No es un regalo, ni un obsequio que se entrega gratuitamente. Es una conquista. Es, más bien, un regalo envenenado, porque lejos de dejarnos inactivos, nos convierte en seres activos. La libertad es tarea.
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