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viernes, 7 de marzo de 2014

La silla vacía.... y el terapeuta.....








Ha partido mi paciente, solo me he quedado. Jornada larga y movida que se encuentra en paz y yo en ella, la noche y yo, juntos, iniciando un romance de tranquilidad.

Poco a poco me voy aquietando, regreso a mi ser, un suspiro largo y profundo me permiten darme cuenta que estoy en movimiento, el interno, conmigo mismo, en la reflexión.

Afuera, las gotas comienzan a caer, el vacío y lo negro del cielo ante mis ojos, no veo, no percibo, simplemente esperando, de pronto el cielo se ilumina, la sorpresa ante mis ojos, las nubes se dibujan cual silueta inesperada, la luz en la oscuridad, ahora me doy cuenta. ¿Y? -me pregunto-.

Un día más de trabajo terapéutico, pacientes e historias desfilaron por aquí y yo con ellos, ya se han ido y puedo recordarlo, hacerlo consciente, darme cuenta de lo que sucedió a ellos y a mi. ¿Y?, ¿qué hay más allá de la terapia? ¿Qué sigue? Esperar el día de mañana a que lleguen los pacientes, esperar la semana, el mes, el año. ¿Y?

Esto se puede convertir en un trabajo rutinario, monótono, mecánico, dejándome llevar tanto por el río y yo sin darme cuenta dónde estoy. Algo debe haber más allá, estoy seguro, no puede ser tan neutral, si lo pienso: el otro crece y yo también, dentro de nuestra circunstancia particular y si es aprovechada la oportunidad o de lo contrario hay involución a un trabajo no provechoso.

Yo soy el terapeuta, me han dicho, estudie y estudie y aquí estoy, después de haber leído y leído todos esos libros, mismos que son el reflejo de lo que alguien hizo en un momento: vivir, observar, percibir, escribir. He leído la vida escrita. Ahora estoy en esa vida, con pacientes, ya no hay escuela, sin embargo, no hace falta, ya sé por dónde caminar y me doy cuenta que estoy en la mejor escuela, inmerso en un mundo: el de la vida.

Esa vida, única e irrepetible como los suspiros de este momento. Una vida de submundos, los de cada persona, historias que pasan en y por el consultorio, por mi cabeza, mi sentir y todo mi ser. ¿Y?. Soy el terapeuta y puedo pasar toda mi vida como un mundo mudo, sin hablar, sin decir lo que vivo, lo que he aprendido o puedo compartir de mi experiencia, la experiencia de ser lo que soy, ser yo.

Compartir, es también una responsabilidad del terapeuta, no solo copiar lo que otros dicen, lo que se lee. Teóricamente es generar conocimientos y darlos a conocer. El espacio terapéutico es un núcleo de investigación, es el semillero, el gran examen de nuestra profesión; dónde está lo que se descubre y encuentra, dónde esta la vivencia no pensada, la que surge de repente, la del origen de las grandes creaciones. ¿Esperar tranquila o activamente, el día de mañana?

No todo el tiempo, algunos instantes pueden ser muy provechosos. ¿De verdad el terapeuta se cree todo lo que lee, lo acepta incondicionalmente sin asumir una postura, se mantiene al margen epistemológico de generar conocimiento? ¿Dónde están los nuevos aportes? No busquemos un hilo conductor, empecemos primero por hablar, por decir, luego vendrá lo otro.

Puede ser la propia experiencia, aunque parezca insignificante, siempre habrá alguien que lea y lo leído se convierta, después de su reflexión, en un hilo detonador de creatividad escrita. ¿Será cuestión de atreverse a hablar y escribir? O ser, fuera del recinto educativo, un esclavo del consultorio.

Responsabilidad implica ser un participante activo de la generación epistemológica del conocimiento y ello alcanza a la Gestalt. Mucha gente ha dicho, lo que sigue es esperar a que otros digan, leerlos y decir: sí, sí, es cierto, comulga con lo que pienso y siento. ¡Pero si eso también lo pudiste decir tú! ¿Qué paso, por que no hablaste? ¿Qué estas esperando para hablar tu también?

Hazte escuchar terapeuta gestalt, aquí y ahora, después de que se han ido tus pacientes, estando esa silla vacía, ¿quién queda? Sólo tú, habla contigo, de tu gestalt, de lo que se te ocurre, de tus dudas y reflexiones, de lo que se te ocurrió, de lo que hiciste desde ti mismo.

Atrévete a probar, arriésgarte a aprender, no sólo a repetir ejercicios. Crea nuevas relaciones conceptuales, no esperes a que esa silla vacía se ocupe, ya está llena de riquezas, date el chance se verlas, escucharlas, sentirlas, descúbrelas como el rayo a las nubes.

Si lo meditas por unos instantes, ya esta ocupada, es la silla que queda en tu interior, háblate a ti mismo. Llena esa silla vacía como lo hace el paciente, con tus historias y tu sentir, que hable el terapeuta, la persona que tú eres y después sigue esperando otro día, como la hoja de un cuaderno en blanco, no para hacer lo mismo, a lo que estás acostumbrándote, sino algo diferente, con un objetivo personal, profesional y científico. Ser hombre de ciencia y con responsabilidad humanista y de salud, exígete compromiso, dedicación, entrega, pero no sólo al interior, también al exterior, vive la vida y después reflexiona y escribe acerca de ella.

Es como las recetas familiares, se transmiten de generación en generación. Y nosotros, la gran familia gestalt, ¿qué es lo que vamos a transmitir y dejar a los siguientes terapeutas? ¿Somos sólo repetidores o podemos darle un condimento diferente al platillo?

No busques dar a conocer un nuevo platillo, ya terminado, primero selecciona los ingredientes, mezcla, prueba; en consecuencia el platillo resultará. Yo ya tengo mi condimento, el tuyo ¿cuál es? No te preocupes, alguien te leerá, repetirá tus palabras: sí, sí, es cierto, comulga con lo que creo.

Entones, resultará que de las ideas que compraste, algo darás y alguien te comprará, ya después a él le tocará la tarea que tú hiciste. Sin embargo, si no hablas y escribes, ¿quién te escuchará o leerá?

El conocimiento actual se ha creado con la palabra de muchos y así seguirá; como esas gotas que caen, son muchas, de diversos tamaños, sólo juntas son lluvia y sólo así se moja el piso, lo de arriba y abajo se vuelven uno.

Seamos las gotas de lluvia, la lluvia gestalt, mojemos de nosotros mismos lo que este afuera, allá, lejos de este consultorio. Busca el día en que puedas decir: Ahora siento que la silla ya no esta tan vacía, esta llena de la esencia de mi profesión: el ser humano.

En el consultorio Por: Psic. Fernando Romero Guzmán

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